Columna Desde Afuera: Calle 8 y Calle Loíza: De un pájaro las dos alas

 



Si eres latino o caribeño, tienes que haber escuchado “Cuba y Puerto Rico, de un pájaro las dos alas” de Lola Rodríguez de Tió. Y es que Lola hace referencia no solo a las circunstancias diarias, sino a eventos históricos que unen a ambas potencias.

Por: Alejandro Rosado

Con la migración cubana de los 60ta, Miami y por ende la Calle 8, se consagraron como “La Pequeña Habana”. Dando paso a generaciones de cubanos americanos que nos regalan a diario un pedacito de su tierra, la mayor de las Antillas. En Puerto Rico durante la década del 60 se vivió una migración “del campo a la ciudad”. Con la llegada del Estado Libre Asociado muchos boricuas migraron a la capital en busca de mejores salarios y oportunidades. Una gran parte de estos “jíbaros” encontraron un pedacito del campo en el barrio Santurce de la Ciudad Capital de San Juan, pero en específico la Calle Loíza. Después del paso del Huracán María, hemos visto como la escena gastronómica ha crecido significativamente en esta calle.



El pasado domingo, día de Padres, le dije a mi suegro “Viejito, vamos pa’ la calle 8 a comernos alguito. Después de estacionarnos, caminamos un chispito y nos encontramos con “Sala’o Cuban Restaurant & Bar”. De momento me sentí en un lugar conocido pero que nunca había entrado. Nos sentaron super rápido y Michael nuestro mesero llegó con los menús. En el menú tenían enchilado de camarones, pulpo a la criolla, arroz asopao de mariscos, pescado frito, churrasco, ropa vieja, vaca frita… de todo.

     


Pedí el arroz asopao de mariscos. Michael me describió el plato como un cruce entre una paella, un risotto y un asopao de mariscos. Le pregunté, “¿La sazón es con azafrán o con achiote? “Azafrán, el arroz grano largo al dente y los mariscos son camarones, almejas y cangrejo azul guisado con su base de tomate y demás condimentos” fue lo que me contestó.





Está demás decir que se me hizo la boca agua. Estar allí en ese momento fue una mezcla de emociones. La melancolía se apoderó y Michael se percató que algo me hacía falta. Me dijo “¿Guajiro, te traigo algo de tomar antes de que salga tu plato? Pedí un coctel de ostiones y ahí mismo empezó la música en vivo con Don Julio en el bajo marcando la clave.


Llegó mi plato y ahora sí que se empató el juego en la novena. ¡Mi madre que delicia! Camarones en su punto, el guiso balanceado y el grano de arroz al dente. Pude dar fe de la calidad de los mariscos por la textura de estos. Las almejas y el cangrejo estaban firmes. Definitivamente es una parada obligatoria antes o después de un partido de los Marlins cuando estén en casa. Por cierto, justo al lado de Sala’o y compartiendo una pared está la otra ala del pájaro de Tió, Mofongo Restaurant. Pendientes a mi próxima columna cuando los visitaré.

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